domingo, 18 de abril de 2010
Melancolías francesas
Ya se siente el otoño. Yo, en cama y con gripe, me envuelvo de lecturas y me arropo con audiciones dedicadas a los franceses. Creo que lo más adecuado son las sonoridades graves, cálidas, melancólicas. Las piezas para angélique por José Miguel Moreno en esa inhallable producción de Glossa es lo primero. ¿Por qué el sello español no la reedita en su serie Cabinet si ya lo hizo con las piezas de Robert de Visée y las de Sylvius Leopold Weiss? Sólo nos queda esperar. Los Conciertos Reales de François Couperin también se me hacen obligatorios, la de Savall. No por él, sino por los músicos invitados: Alfredo Bernardini, Manfredo Kraemer, Bruno Cocset, Marc Hantai. Y si estoy con Couperin “el grande”, paso inmediatamente a sus pièces de violes. La lectura de Pierlot (Mirare), absoluta, ¡qué fraseo! El gran violista da gamba del siglo XVII, Marin Marais, llamado "el ángel", también me acompaña. ¿Existe un registro más bello que el de Sophie Watillon? Lo dudo. Las mejores Folies d’Spagne en disco, sin lugar a dudas. ¿Qué fue de Pascal Monteilhet? Era de los pocos laudistas que sin otro apoyo instrumental sostenía sobradamente el continuo de un movimiento de sonata con ingenio y gracia. No desarrollaba los cifrados, ¡componía sobre la marcha! Esas sonatas para cello de Vivaldi no conocieron mejores cuerdas pulsadas que las del gran tiorbista francés. Monteilhet dejó un espléndido trabajo sobre Robert de Visée para su última casa editora, Zig Zag Territoires, piezas del Maître du Roy. En esa ocasión se trató de transcripciones de algunas suites: para violín, traverso y viola da gamba, siempre acompañadas por la tiorba. Paso revista a todo registro donde participan Les Basses Réunies, singular conjunto de espléndidos continuistas encabezados por el chelista Bruno Cocset, que de tanto acompañar a otros artistas, termina grabando cuanto repertorio existe para instrumentos graves. Pascal fue parte fundamental del equipo. Su elegancia y delicado gusto musical resalta en cada disco. Ahora Cocset recurre, con errores graves de por medio, a algún reemplazante pasajero. ¿No había otro laudista con espacio en su agenda más que Luca Pianca al momento de abordar el Op. 5 de Geminiani? Inexplicable, como también lo es el que no encuentre mi disco con las sonatas para violoncello de Jean Barrière. Si siempre lo tengo a mano. Mientras busco y revuelvo entre mis libros, escucho de fondo otras sonatas, sies, pour violoncelle avec la basse continue, de Antoine Dard. Otras melancolías, las de la viola de gamba, condenada a desaparecer frente a los embates del cello.
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